Revista 43

¿Qué pasó con la imaginación?

Acabo de ser partícipe de dos mundos. El primero excesivamente normalizado sin una real comprensión de la norma y el segundo, completamente sometido a la emocionalidad, al vaivén y a la aleatoriedad de las personas que orientan los procesos.

Realmente soy muy amigo de la rigurosidad científica empresarial. Vivo enamorado de hacer las cosas como deben ser hechas en sus procesos y procedimientos. No obstante, las compañías crecen y se desarrollan a partir de variables como la creatividad y la innovación. Ambas implican una gran dosis de imaginación y aun así, parece que no hay espacio en las empresas para que las personas cultiven esa imaginación.

En el otro lado, ese que tiende más a la informalidad, uno en el cual se supone que la recursividad es la herramienta diaria, encuentro que esta recursividad no es lo mismo que imaginación y que sólo sucede cuando es necesario quebrantar la legalidad, para lo demás, es la repetición de funciones básicas, muchas sin sentido, que no permiten ningún tipo de evolución.

Observo a las personas en las calle y en las empresas, viviendo al día, viviendo en esquemas cuadriculados, inclusive en escenarios informales. Ese que vende aguacates y mangos en una esquina, no está siendo creativo, ese empresario que maneja dobles contabilidades y hace trampa, tampoco lo es y ese empresario que somete su empresa a procesos y procedimientos rigurosos, dista también de serlo.

Y todavía así, reitero, que la creatividad y la imaginación son las llaves hacia el futuro, lo que me hace preguntarme: ¿Hasta cuándo será sostenible repetir estos esquemas? ¿El nivel gerencial sin usar la creatividad, aportará realmente algo a las empresas? ¿Cuál será realmente la competitividad del país sin gente que sueñe, imagine e innove? ¿Qué pasó con la imaginación?

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