Hoy cuanta institución nos encontramos por el camino está hablando de emprendimiento y los gobiernos de América Latina le están metiendo bastante dinero al asunto. Sin embargo, los resultados no han sido equiparables a la inversión.
Una de las muchas causas puede ser que realmente no nos estamos fijando en los tipos de emprendimiento que nos podemos encontrar en lo que a su nivel se refiere y posiblemente estemos poniendo el dinero donde no es.
Por una parte tenemos el emprendimiento de subsistencia, luego tenemos el emprendimiento de sostenimiento y finalmente tenemos el emprendimiento de evolución.
En el emprendimiento de subsistencia los sujetos lograr producir lo suficiente para mantener su capacidad de mercar. Es totalmente válido luchar para comer. Sin embargo, la intervención del estado, por buena que sea produce un estado mendicante. Lo normal es que lo haga un solo individuo y que sean actividades de muy corto alcance, por ejemplo: un puesto de empanadas.
Algo parecido sucede con los emprendimientos de sostenimiento, aunque estos tienen un mayor alcance y son más las personas comprometidas lo regular es que su capacidad de innovación y de impacto sea muy limitada y terminen reducidas a la reproducción de esquemas comerciales ya deteriorados.
En este caso la intervención del Estado permite fortalecer este sostenimiento, se generan empleos, sin embargo su continuidad en el mercado siempre estará en entredicho. Podemos citar por ejemplo una fábrica de arepas. Se repiten esquemas que para otros, en otros escenarios y en otros tiempos fueron exitosos pero que para la realidad actual generan más desgaste que resultado.
En el otro extremo está el emprendimiento de evolución el cual tiene dos características, la primera es que se construye desde la demanda y no desde la oferta como en los dos casos anteriores y la segunda es que su propuesta de valor regularmente es disruptiva e innovadora. Este tipo de emprendimientos en una mayor medida que los dos anteriores, navegarán por el terreno de la incertidumbre y también su impacto será mucho mayor en todos los aspectos.
Es decir, el esfuerzo para levantar una libra de oro es el mismo que hacemos para levantar una libra de diamantes, sin embargo los diamantes valen miles de veces más que el oro. Esta idea tan traída de los cabellos para significar que debemos fijarnos en los costos de oportunidad y que si nos vamos a meter en el esfuerzo de un emprendimiento, este sea para generar verdadera riqueza desde el concepto amplio de la palabra, y no simplemente para el sostenimiento de la pobreza.
Teniendo en cuenta que también entra en juego la habilidad individual, una pregunta que se debe hacer es sobre la cantidad de esfuerzo que se requiere para ganar determinada cantidad de dinero. Por ejemplo: cuántas arepas debemos vender para ganar un millón de pesos, el mismo dinero que podríamos ganar como comisionistas de compra y venta en una sola transacción.
Wilson Garzón Morales