Que la cuarta, que ya se viene la quinta, que si no te transformas te quedas. Hablamos de innovación y de tecnologías y de una cantidad de discursos que al ciudadano de la calle le tienen confundido. Él sólo sabe que debe salir a buscar el dinero para mercar. Esa es su única realidad.
Hace poco estuve en una de esas reuniones tan importantes que hace el Servicio Nacional de Aprendizaje Sena, en la Mesa Sectorial de Educación en la que participo, y un ponente nos hablaba de las carreras del futuro: biomedicina, nanotecnología, inteligencia artificial, big data, entre otros. Hablamos de la situación social y de cómo un adolescente asesinó a catorce personas antes de que le capturaran y todos reflexionamos sobre lo que está pasando con la educación.
No obstante, tuve algo que decir y cuando se me presentó la oportunidad levanté la mano hablé: “ya no podemos hablar de carreras del futuro porque esto ya es el presente”.
Mencioné al grupo de estudiantes que participan en el mundial de robótica. Tengo clientes y asociados que son científicos computacionales y trabajan sobre algoritmos avanzados.
Casi cualquier cosa tecnológica en la que podamos pensar ya está sucediendo. Cuando tuve un poco de calma, entonces volví a mi análisis habitual del sujeto de la calle. Es para mí como un vicio o una religión.
En el 2015 participé con la Gobernación de Antioquia del programa de emprendimiento de la Secretaría de Productividad y pude constatar de primera mano las grandes diferencias de todo tipo que se están acentuando. La economía, la educación y la tecnología son las que marcan esas brechas tan profundas entre las clases sociales y entre las regiones.
Si se comparan estos tres elementos entre un muchacho de una ciudad como la nuestra con un muchacho del sector rural, mientras, los citadinos, que de todas maneras están atrasados, tecnológicamente están en el inicio del siglo XXI, mentalmente están finalizando el Siglo XX, pero nuestra ruralidad está todavía en el Siglo XIX.
A algunos ni siquiera les ha llegado la tercera revolución industrial, menos la cuarta y ya se está hablando de la quinta.
En los años que siguieron me desempeñé como rector de una academia de belleza y pude de primera mano constatar que entre los citadinos también existen este tipo de profundidades y muy fácilmente se encuentran comunidades con altos niveles de atraso.
En nuestra ciudad, entre más alto se sube la montaña, más atrasadas son la educación y la economía.
Medellín con su entidad Ruta N, acaba de establecer un nodo de Cuarta Revolución Industrial para Latinoamérica. La ciudadanía no se alcanza todavía a imaginar lo que esto significa y lo importante que es. No obstante, como es algo que apenas está empezando, me da la impresión de que es más el discurso para la favorabilidad política que un hecho de impacto para la ciudad.
Espero de corazón que sea un real motor de transformación social y no un ente que amplíe la brecha.
El conglomerado temático de las nuevas tecnologías y el discurso de la Cuarta Revolución Industrial, para un empresario Pyme es abrumador. Algunos tipos de negocios desaparecerán o se reducirán a su mínima expresión, mientras otro tipo de negocios prosperarán y todo dependerá de la rapidez como nos adaptemos a todos estos cambios.
Según las fechas de inicio y gestación, la primera revolución fue para el año 1774, la segunda entre 1870 y 1920, la tercera entre1969 y 1990, la cuarta entre el 90 y el 2007 y aunque estos no son años precisos pues siempre son procesos, sirven como referencia para darse cuenta de que cada vez es más corto el tiempo: la quinta se supone que ya empezó desde el 2007, cuando se enfatizó el fenómeno de la construcción colectiva y el mundo del co-working. Lo simpático de esto es que la ciudadanía normalmente es la última en enterarse pero la primera en padecerlas.
Un ejemplo de cómo está afectando las nuevas tecnologías a la vida diaria lo tenemos cuando los proveedores de venta al consumidor, cada vez más pequeños están empezando a hacer uso de ellas para atender a sus clientes.
Primero, es muy normal que un gran supermercado tenga a su disposición una tienda virtual para que sus clientes le compren, pero ahora, una tienda de barrio tiene una tienda virtual para que sus vecinos le compren.
Pedimos el mercado, la farmacia, pagamos el taxi con tarjeta. Un banco hace una campaña para que sus clientes realicen pequeñas compras con sus tarjetas. Ahora la facturación es digital y los niños son los primeros consumidores de tecnología.
Antes el ser empresario era muy complejo, con todo lo que era necesario aprender para la productividad y para cumplir con la normatividad. Ahora, a lo anterior se le suma lo que es necesario aprender, solamente para sobrevivir en el mercado: la computación en la nube, el internet de las cosas y más.
Si antes se nos hablaba de automatización y digitalización, era apenas normal y muchos no nos metimos en este paseo, preferimos mantenerlo simple, pues para tener una cadena de almacenes de ropa, la mayoría dirigida a clientes de bajo y mediano nivel económico, no había que complicarse tanto, con un software de inventarios bastaba.
Ahora nos agobian las redes sociales, la web, las aplicaciones, los algoritmos de personalidad, el marketing de proximidad unido al reconocimiento facial, los espejos inteligentes, entre otras miles de cosas.
Fue apenas un mes que en un parque de esta gran ciudad me detuve a mirar a esos dos niños vestidos con ropa de deporte, con botas pantaneras y gorra deportiva con una camisa de tela fría, con un “machete” a la cintura y látigo en la mano, mientras halaban las riendas de dos burros y uno de ellos iba hablando por celular, y pensé en lo que implica este eclecticismo social en el que “casi” todo es válido y la normatividad del “deber ser” se ha perdido y cada quien lucha por su supervivencia; y estaba envuelto en esa reflexión cuando llega mi hija que venía de su clase de croché y jugando con su pequeño perro robot, a hablarme de un video que vio en YouTube.
Al principio pensé que razón tenía quien dijo que estamos al “final de los tiempos” donde todo se junta, que después de los años 90, todo se ido acumulando y repitiendo y asistimos al mundo de la antigüedad mejorada, es un mundo en el que todo está en convulsión. Pero ahora entiendo que no es así, que si los empresarios empezamos a poner nuestra cabeza en orden y logramos crear una conciencia de aprendizaje empresarial colectivo que no se base sólo en la acumulación de riqueza sino que expandamos la idea de riqueza hacia los otros tipos de riqueza: social, artística, deportiva, ambiental, entre otras, si lo hacemos así, podremos mejorar todas las condiciones del planeta y seguir conservando nuestra esencia. Se me antojó un trabajo que hicimos en un grupo social, en el que le mandamos un mensaje a la delincuencia y le decíamos “si vas a robar a alguien no lo mates, pues si lo haces, a quién robarás mañana”. Claro esto tenía un fin específico que suena horrible fuera de contexto. Pero lo mismo aplica para los empresarios que hacemos uso de los recursos naturales e incluso, se refiere al trato con los trabajadores y su calidad de vida.
Como empresarios materializamos las revoluciones. Las hacemos posibles y hacemos uso de ellas, pero ahora se empieza a plantear otro desafío. Se viene la quinta revolución industrial cuando apenas estamos escuchando hablar de la cuarta. La inteligencia colectiva implica un paso adelante en la evolución de la humanidad en todos sus aspectos, el tecnológico y su integración con el ser humano es sólo uno de ellos. Quizá no me sepa dar a entender, en este momento, pues además de estar exhausto con la cantidad de información, también siento que es un momento de esperanza. Ya antes había entendido que si quieres transformar a una sociedad debes trabajar en dos aspectos: los niños y los empresarios. Los niños hace tiempo que nos llevan la delantera, los empresarios, apenas hemos empezado a entender.
Wilson Garzón Morales