Le voy a la Economía Naranja:
Aunque soy un admirador del sector de la construcción y su capacidad transformadora. Sin embargo, cuando en las cifras, este sector es uno de los más importantes generadores de empleo, algo va mal. Soy consciente de que en la división internacional del trabajo Estados Unidos se catalogue como productores de capital, Europa como productores de conocimiento, Asia como productores de manufactura y Latinoamérica, productores de materia prima, implica que nuestro sistema educativo está diseñado para formar obreros, sin criterio ni oportunidad. Desearía estar exagerando. Todavía así, es el otro lado, el que me mantiene maravillado.
Con los movimientos juveniles y la promoción del emprendimiento, la creatividad está por todas partes. Durante algún tiempo trabajé con la Gobernación de Antioquia en un programa que me pedía viajar a los territorios y lo que me encontré fueron muchachos con un potencial extraordinario quienes, no obstante, no encontraban un apoyo serio para el desarrollo de sus ideas y proyectos.
Hoy me siento muy animado. Aunque en un principio tuve la impresión de que la economía naranja era un esfuerzo de formalizar el rebusque, la manera como está siendo expuesto y el proceso de inclusión y participación social promete que se convertirá en un verdadero motor de transformación. Y es algo a lo que de verdad le apuesto. No necesitamos un Estado que dé subsidios. Necesitamos un Estado que, desde la transparencia, lidere la cultura ciudadana y un modelo de pensamiento que promueva como competencias ciudadanas la autoformación, la autodeterminación y la autosostenibilidad, desde la ética y desde la inteligencia. Los ciudadanos no necesitamos que nos regalen nada. Necesitamos que los escenarios sean posibles y viables y esa es una de las tarea del Estado.
Cuando en el 2017 salió en el país la Ley Naranja, de industrias creativas, tuve mis dudas. Como empresario, que padezco las dificultades reales para hacer empresa, critiqué que esta Ley deja muchos vacíos en cuanto a su aplicación real. También como empresario, hoy le apuesto a la esperanza y a la confianza. Confío en las personas que hoy están liderando este cambio de pensamiento y me comprometo a contribuir a que los emprendimientos naranja se realicen con la rigurosidad científica que implica tener una empresa. Cuenten conmigo y con la revista para la divulgación que sea necesaria para promover las industrias creativas y la cultura naranja. Ya sé que los resultados nunca son inmediatos y menos en un proceso de transformación de la cultura ciudadana, esto toma años, pero por alguna parte se empieza.