Mire y escúcheme muy bien. Una gran problemática de los empresarios en América Latina es que están tan inmersos en la producción de resultados inmediatos que, por una parte, no tienen tiempo de pensar en estrategia, y por otra, pierden de vista tanto las posibilidades de desarrollo con lo que ya tienen como los problemas ocultos en sus procesos empresariales. La solución es contar con los servicios de un Business Solver.
Sí, a esto he llegado. Una pregunta que recurrentemente nos hacemos en el transcurso de nuestras vidas es: en realidad para qué somos buenos. En mi caso, esta fue mi respuesta. Soy bueno para encontrar soluciones a los problemas empresariales. Me encanta, me apasiona, es lo que me gusta hacer y aunque, definitivamente, no soy infalible, tengo un buen rango de éxito.
¿Cómo es mi trabajo? Empiezo por reunirme con el gerente o el presidente de la compañía. En esta reunión me plantean sus problemas, sueños y deseos. La verdad es que siempre me encuentro con personas escépticas. Es muy normal. De hecho. En algunas ocasiones me han llamado y luego no han querido volverme a ver. El problema es que no tengo la virtud de la política ni de la diplomacia y digo las cosas como las pienso. Superada esta etapa, diseñamos un plan de trabajo según el tipo de organización, el tamaño de la organización y el objetivo planteado. Y por supuesto, firmamos una orden de trabajo. Regularmente y así ha sido en la totalidad de mis contratos, firmamos una acuerdo de confidencialidad para proteger la información de la compañía. Me parece lo más sano pues no sólo me entero de todos sus secretos, sino que diseñamos estrategias y metodologías que marcan la diferencia y generan mucho dinero y ese saber hacer debe ser exclusivo.
Acto seguido, empiezo por analizar un conjunto de cuatro partes y sus múltiples relaciones: a) la empresa y sus procedimientos, b) sus productos y servicios, c) el mercado y el comportamiento del consumidor y d) la tecnología cruzada. Por supuesto, tengo mis métodos y procedimientos, además de que mi experiencia en estos ya trece años realizando esta tarea me han permitido entrenar el ojo.
Reviso el ecosistema comercial, reviso la planeación estratégica, reúno información, analizo y aplico técnicas de pensamiento creativo y disruptivo. Es divertido pero en realidad muy difícil a la hora de sustentarlo: en ocasiones he tenido que entrenar a las juntas directivas en pensamiento estratégico antes de poderles explicar una solución. Las respuestas pueden ser desde requerimientos de implementación de tecnología, desarrollo de productos, entrenamiento de personal especializándolo en un aspecto del negocio y otras diversas estrategias. Y sí, debe disponer de presupuesto para esto, a veces son transformaciones mayores.
Mi promesa de servicio es que haré lo necesario para que incremente de una manera sostenible sus resultados empresariales y que su compañía alcance el potencial para ser una de las mejores del mundo. Se la actualizo y la pongo en punto, lo demás dependerá de su capacidad como gerente. Una de las problemáticas de esta labor es que si lo que la gerencia quiere en el acto “vender más”, nunca va a funcionar, pues una de las características del servicio es buscar el crecimiento exponencial del negocio en el tiempo y regularmente la enfermedad de “vender más” mata las posibilidades futuras. De ahí, que en muchas ocasiones, más de las que quisiera, simplemente le he dicho a más de una compañía, que no les presto mis servicios de solucionador de negocios.
¿Cuándo usted sabe que necesita de mis servicios? cuando no está seguro de que sus estrategias son las adecuadas o vayan a funcionar; cuando se siente estancado; cuando ve que la competencia está creciendo, cuando ve que las utilidades están disminuyendo; cuando no está claro el futuro del mercado en el que compite; y en definitiva, cuando su intuición se lo indique y por su información no se preocupe, siempre será confidencial.
¿Cuánto vale un servicio como este? Hay una señora con la que me reúno a veces a tomar café y conversamos durante horas sobre sus problemáticas y es tan agradable que no le cobro. Lo mismo con otro ya viejo conocido que cada mes me invita a almorzar. En estos dos casos la característica es que posteriormente no tengo que hacer nada.
Opciones que se han dado es que de un desarrollo de producto negociamos por un porcentaje de las ventas durante dos años y en una empresa nos comprometimos por un porcentaje de las utilidades en un lapso definido y, en otros casos, establecimos una tarifa por un tiempo determinado: dos, seis, diez o cincuenta millones de pesos, depende del grado de dificultad. Lo que sí es que hasta ahora todos mis clientes han recuperado con creces su inversión.
Yo sólo tengo un prerrequisito, me gusta trabajar con personas de mente abierta, con experticia en su negocio y que tengan algo que enseñarme, eso es lo que hace fascinante mi profesión de solucionador de negocios. Lo otro es la emoción de ver mis ideas convertidas en riqueza: primero económica, luego social, ambiental y, en especial, en conocimiento innovador. Después de leer todo esto, le pregunto: ¿Qué tanta tranquilidad tiene usted con el presente y futuro de su empresa? Si no la tiene, es hora de que hablemos.
Wilson Garzón Morales