Por supuesto, como bien me lo recalcó un gerente: es muy arrogante de mi parte tratar de definir la excelencia, sobre todo, a sabiendas que yo mismo disto de ser excelente. Y claramente le contesté: “usted tiene toda la razón”.
Cuando intentamos pensar en la excelencia, dos preguntas obvias surgen de inmediato: ¿qué es la excelencia? Y ¿Para qué sirve la excelencia?
Una de las tantas definiciones de excelencia de las cuales he escuchado y leído, reza: “excelencia es un grado superior de algo que ya existe”. Esa idea de que “excelente es superior” implica un valor de calificación: alguien debe atestiguar que algo es superior para que ese algo sea excelente. Y el sólo hecho de que alguien califique algo, aunque sea con parámetros de origen, hace que esa calificación sea subjetiva; por ende, la excelencia es subjetiva. Y luego vienen las diferentes dimensiones de la excelencia: personal, familiar, económica, entre tantas otras, y la consabida excelencia laboral. Ahora que lo pienso, entonces, nunca en mi vida he sido excelente en nada, primero porque soy una persona normal, común y corriente, con las cosas de personas normales, comunes y corrientes, y en esa medida, he hecho cosas normales, comunes y corrientes, lo suficientemente buenas como para vivir, pero no como para ser superior a algo que ya existe, es decir, nada como para calificarse como excelente. ¡Ja!… muy latinoamericano ¿no?
Desde otra perspectiva, cuando las manadas salen de cacería, regularmente, quien sea excelente en matar es reconocido como líder. Eso no significa necesariamente que su actividad sea éticamente admisible y regularmente, no es excelente desde la perspectiva de las víctimas. Eso me deja a mí algunas preguntas, por ejemplo, acerca de la excelencia en ventas: ¿cómo se es excelente en ventas? ¿Según quién es esa excelencia? Y ¿Qué es lo que esa excelencia significa?
Cuando llegué a esta idea y desde la perspectiva de la subjetividad, excelencia es un cuento para que las personas incrementen su productividad y regularmente terminan sacrificando sus otras dimensiones humanas, además del detrimento que, en algunas ocasiones, genera sobre otros. Eso me llevó a la pregunta: ¿excelencia para qué? Quizá sólo se trata simplemente al intento de adoctrinamiento que las empresas nos hacen para vendernos el “cuento de la excelencia”.
Existen cientos de libros sobre la excelencia, unos más creíbles que otros. Y ya saben que regularmente asumo una posición crítica e inquisitiva. No obstante me matriculo con otra idea de excelencia, aquella que habla sobre buscar permanentemente la “la mejor versión de uno mismo”. Se trata del “mejoramiento personal continuo” y en realidad no sé si llamarlo “excelencia”, pues no hay grado de calificación, uno mismo se evalúa, no hay un punto externo de comparación y no se es superior a nada ni nadie que no sea uno mismo. El tema es que eso que para nosotros sea un mejoramiento hacia la excelencia, para el entorno puede ser algo “apenas normal”.
Después de mucho escarbar y de eliminar el exceso de filosofía barata (una calificación subjetiva de mi parte) llegué a una circularidad de diez elementos, en las cuales el último es el primero y más importante. Es decir, no hay una estratificación, todos, a su manera, son igual de valiosos.
Decálogo de la excelencia
- Entender: personas, procesos, cosas
- Comprometerse: entregarse completamente.
- Tener palabra: Hacer lo que se dice que se va a hacer, Hablar siempre con la verdad
- Tener coherencia: Lo que siento y pienso es igual a lo que digo y hago.
- Gerenciar el tiempo: aprovechar la vida.
- Esforzarse: Dar el mayor esfuerzo en todo
- Cualificarse: Buscar la mejor manera de hacer las cosas:
- Planear: Pensar y premeditar los resultados y las consecuencias.
- Ejecutar: Hacer las cosas bien y rápido y hacer que las cosas se hagan bien y rápido
- Ser buena persona: sin lugar a dudas.
Entender: personas, procesos, cosas
A diario estamos viviendo en un esquema cultural, social y normativo, al cual, obligatoriamente nos debemos someter. Nos dicen cómo debemos comportarnos, qué debemos pensar, decir, vestir, incluso comer. Y no es nada extraordinario, son los amigos de la esquina, son los compañeros de estudio o de trabajo; es la empresa, es la iglesia, es la televisión y la información que recibimos por redes sociales; y lo que hacemos, normalmente es tragar entero. No procesamos en nuestra mente lo que hacemos y por qué lo hacemos. Esto es algo que debemos erradicar. Cada paso que damos debe ser totalmente consciente, no simplemente hacer las cosas por el hecho de que las vemos hacer.
Debemos entender el porqué de las cosas, el cómo y el para qué. Entender los procesos, el cómo funcionan y cuáles son los pasos, procedimientos y sus lógicas e ilógicas y, sobre todo, esforzarnos por comprender a las personas, porqué actúan como lo hacen y cuáles son sus luchas, inconsistencias e inconsistencias.
Cuando nos detenemos de la histeria cotidiana y nos damos un suspiro para reflexionar sobre las personas, los procesos y las cosas, lograremos percibir detalles y obtendremos saberes que antes nos pasaban inadvertidos. Información que nos ayudará a diseñar y ejecutar estrategias para mejorar nuestra cotidianidad, sin perdernos nada de la diversión.
Comprometerse: entregarse completamente.
Quizá un factor sea común a las últimas generaciones es que la convicción y el compromiso ya no son tan comunes, aunque quisiéramos creer lo contrario. Lo cierto es que las personas se están matriculando en causas, en algunas ocasiones idílicas, en algunas ocasiones materiales, y aun así, cuando las cosas se ponen verdaderamente difíciles y no tan divertidas, no tienen ningún miramiento en desertar.
Nuestro mundo está pasando por momentos complejos y necesita de nuestra ayuda. La sociedad necesita de nuestra ayuda. Las empresas necesitan de nuestra ayuda y sobre todo, nuestra pasión necesita de nuestra ayuda. Es decir, los espacios que requerirían de nuestro compromiso son muchos. El problema es que las personas hoy en día van tras la diversión, lo que de por sí no tiene nada mal, pero no puede ser lo único. Nuestra vida debe tener una causa, una razón, sea la que sea, debe tener un objetivo, pues de lo contrario, tendremos una constante sensación de vacío. Comprometernos completamente nos da sentido de vida.
Tener palabra: Hacer lo que se dice que se va a hacer, Hablar siempre con la verdad
Quizá uno de los aspectos humanos que más se ha deteriorado es el de la credibilidad de las personas y si perdemos nuestra credibilidad, se destruye nuestra reputación y nuestra capacidad de tener una imagen positiva. Llegamos al punto en que ni nosotros mismos creemos en nosotros mismos y la creencia en nosotros mismos es la base de nuestra autoestima. Aunque suene a una repetidera. Nuestra mente sabe cuándo, cómo y porqué mentimos y sabe cuándo, cómo y porqué faltamos a la palabra dada y, aunque creamos que nada pasa, nuestra mente lo sabe… eres un mentiroso… qué pena… quedé mal otra vez…
Es necesario aprender a decir si y aprender a decir no. Es necesario aprender a medir el alcance nuestras palabras y comprometernos con aquello que realmente vamos a cumplir.
Tener coherencia: Lo que siento y pienso es igual a lo que digo y hago.
Y junto al hecho de aprender a ser una persona de palabra, debemos aprender a ser personas coherentes y consecuentes. Ambas cosas juntas construyen un concepto esencial que se llama “confiabilidad”.
No obstante, tanto credibilidad y confiabilidad no tiene tanto que ver con los demás sino con nosotros mismos. El saber que somos coherentes, confiables y creíbles, genera un impacto en nuestras mentes y automáticamente empezamos a ser mejores cada día. Todavía no sabemos si para bien o para mal, pero definitivamente seremos mejores.
Gerenciar el tiempo: aprovechar la vida.
Uno de los conceptos que más agradezco de los últimos años, se llama “la productividad del ocio”, eso me ha permitido dedicar mis ratos de física pereza a diferentes procesos de aprendizaje. Siendo quien soy, aprendí a maquillar para modelaje y pasarela, aprendí sobre redes, sobre diseño de web, profundicé mis conocimientos en fotografía e incluso, aprendí más sobre fútbol. Y es que tomé una decisión simple. Sacarle el mayor provecho posible a las horas de mi vida. Incluso tomarme el tiempo de mirarle la cara a mi hija me ha parecido maravilloso. Estamos tan inmersos en la histeria cotidiana de estar obteniendo resultados, que nos olvidamos de vivir y simplemente nos dedicamos a funcionar. Nuestro tiempo sobre la tierra es limitado y no lo podemos desperdiciar. Es por eso que cada cosa que hacemos debe tener un sentido significativo. Hoy me dedico a ver un partido de fútbol, pero como me tomé el tiempo para entender, el esparcimiento y el desestrés le da sentido a que invierta dos horas de mi vida a esa actividad, aunque mi esposa diría que es sólo una excusa para no hacer nada más en la casa. Los días van pasando, los meses y los años y tenemos que empezar a que cada momento tenga un sentido o los habremos desperdiciado.
Esforzarse: Dar el mayor esfuerzo en todo
Se habrá dado cuenta de que cada elemento va sumando con el otro hasta que empieza a convertirse en un comportamiento. En este sentido, además de tener palabra, coherencia y compromiso, debemos sumarle el esfuerzo. Lo que se observa en el mundo es que las personas están corrientemente buscando como sacarle el cuerpo a los procesos, buscando las vías de lo más fácil y de lo más cómodo. Lo interesante es que pocas cosas de las que realmente valen la pena, se dan sin un poco de sudor de nuestra parte. Si queremos algo, debemos luchar por ese algo, dedicarnos, meterle ganas y todas nuestras energías.
Cualificarse: Buscar la mejor manera de hacer las cosas:
No obstante el esfuerzo por sí sólo no basta. Es necesario saber qué es lo que estamos haciendo. El conocimiento no garantiza el éxito pero sí disminuye la posibilidad del error.
Si a cada momento buscamos aprender, ganaremos entendimiento y nuestros resultados serán cada vez mejores. Ya habrá escuchado que no es lo mismo tener una profesión que ser un profesional. Tener una profesión es haber ido a la universidad y haber obtenido un cartón. Ser un profesional es la búsqueda permanente de la mejor manera de hacer las cosas. Ese aprendizaje constante nos da seguridad y nos incrementa el autoestima.
Planear: Pensar y premeditar los resultados y las consecuencias.
La recomendación principal es que entrene su mente para pensar en proceso. Visualice los paso a paso de cada cosa que haga en su vida, antes de hacerla. Esto le ayudará al entendimiento de las cosas, los procesos y las personas, le ayudará a gestionar su tiempo; le ayudará a ser coherente y a controlar su comportamiento. Evite hacer las cosas a la ligera y de manera reactiva. Medite, tómelo con calma, prevea los pasos necesarios y láncese a ser exitoso.
Ejecutar: Hacer las cosas bien y rápido y hacer que las cosas se hagan bien y rápido
Sin embargo, le pido que recuerde esta frase: “mucho análisis genera parálisis”. Eso significa que corremos el riesgo de quedarnos “pensando las cosas” y poco nos dedicamos a hacerlas. Es mejor pensar dos veces para hacer sólo una, pero lo verdaderamente relevante es lo que ejecutamos. Y lo que hagamos, lo debemos hacer en el tiempo óptimo para no quedarnos patinando en un mismo punto. Es en esta ejecución en donde conectan todos los puntos anteriores y son los encargados de aportar criterios de calidad. Todavía así, es importante reiterar que nadie, diferente de usted mismo, le debe dar una calificación de esta ejecución. Su mente sabrá si ha hecho las cosas bien o si ha logrado que otros hagan las cosas bien y si ha entregado su mayor compromiso y esfuerzo, los resultados se verán.
Ser buena persona: sin lugar a dudas.
De todas maneras nada de esto tendrá sentido si no trabaja en algunas variables imprescindibles. Tener ética, es decir, ser justo, transparente y comprometidos con la verdad. Tener dignidad, tener bien definidos sus valores. Ser consciente de su propio bienestar, del bienestar del otro, del entorno cercano y el bienestar del entorno social.
Es por esto que a este esquema le llamo una circularidad, pues no se trata de un último punto, fácilmente podría ser el primero, todavía así, la realidad es que todos son importantes y simultáneos y en su conjunto, en lo que cada uno le aporta al otro, nos permitirá alcanzar un mejoramiento continuo personal y eso nos acercará a lo que podríamos llamar un ideal de excelencia. No podemos seguir esperando que otros determinen cuando somos o no somos “excelentes”, nosotros mismos lo debemos definir y vivirlo, para que nuestra vida sea cada vez mejor.
Wilson Garzón Morales