Las cuatro cosas que debes saber para la vida

Me miró y me dijo: “Estoy cansada de las cadenas de mensajes con videos que hablan de positivismo y de ideales para la vida cuando a veces la vida apesta tanto que ya no queremos escuchar ni ver nada. Hay un montón de “mentes lavadas” que se la pasan pontificando frases célebres y viven paseándose en su burbuja de inconsciencia sin detenerse a mirar la cantidad de gente que sufre en el mundo”. Estaba claro que todo lo estaba diciendo por mí, en medio de mi conferencia sobre Liderazgo Transformacional.

Por supuesto que en determinado momento me pude haber identificado con esa posición. Lo que hago en este momento es precisamente porque quiero combatir tanta filosofía coprofílica enmarcada en un mundo ficticio que nos agobia permanentemente. Y claro, no obtuve mis propias respuestas sin haber pasado por una profunda crisis existencial llena de vergüenza, dolor y sueños aplastados por la realidad.

La vida es compleja y costosa y la sociedad te impone una cantidad mal sana de paradigmas que confunden y a muchos los lleva a ponerle fin de manera prematura. Algunos hemos sido un poco más fuertes y entendido que cuando se toca el fondo sólo queda subir, pero para eso, de verdad se debe encontrar un sentido.

En mis años de juventud fui un ente más, en búsqueda de momentos divertidos, con algunos esfuerzos económicos, pero finalmente sin mayores preocupaciones que el subsistir cada día. No obstante, con el conocimiento viene el entendimiento y con el entendimiento viene el desengaño. Un encuentro sutil, una pregunta en el ambiente y mi mundo tan gracioso se vino abajo. Sólo fue una pequeña conversación de pseudo intelectualoides, en la que nos cuestionábamos por el real significado del concepto de lo humano y allí todo acabó. Socialmente pensamos que el sentido de humanidad es una construcción ética llena de virtudes, cuando lo cierto es que ser humano, desde su existencia sólo ha significado la perpetua dualidad llevada a los extremos. El humano es creador, pero para hacerlo destruye.

Somos depredadores y matamos para conservar la vida. Nuestra relación permanente es de opresión y odio, cuando somos capaces de un infinito amor. Y no se trata de escoger uno de los dos lados. Es darnos cuenta que esa es nuestra naturaleza y debemos convivir con ella, aceptarla y luego tomar las decisiones que nos permitan evolucionar.

Fue en ese instante que comprendimos que el hecho de que vivamos en grandes ciudades y de que tengamos sociedades no nos hace personas civilizadas. La civilización se basa en una construcción y negociación ética que nos permite trascender al humano básico destructor y depredador y pone de realce las facetas positivas. No obstante la realidad es otra cosa. En un mundo en el cual la esperanza de vida bordea los ochenta años, nos la pasamos en una batalla permanente por poseer lo que no necesitamos, acumulando lo que no podemos cargar y deseando lo que ya tenemos en nosotros mismos y que sin embargo no podemos ver.

Miré a esta joven y sentí el mismo desasosiego que yo mismo había vivido años atrás. Le dije – yo sé que para un joven es muy difícil escuchar a una persona mayor. Les parece que la vejez es cosa de viejos y que por lo general estamos seniles. Sin embargo, te aseguro que tendremos algo que decir.

Escucha, debes aprender cuatro cosas para la vida. Abrió sus ojos y me hizo meditar. Bueno, antes de decírtelas, debo también contarte otros grupos de cuatro cosas que también debes saber para la vida.

A) Existe cuatro cosas que nos definen como humanos: las emociones, el consumo, la comunicación y la creatividad. B) En el escenario social en el que vivimos existen cuatro cosas que nos equilibran: el dinero, el conocimiento, el afecto y la imagen. C) Existen cuatro cosas que nos limitan y nos atrapan: la economía, el calendario, el reloj y las fronteras. D) Existen cuatro cosas por las que debemos luchar porque definen nuestra libertad: la libertad de pensar, la libertad de sentir, la libertad de aprender y la libertad de decidir.

Con su expresión me quiso decir que me estaba volviendo loco y de paso la estaba confundiendo todavía más. Preguntó: “Y cuáles son entonces las cuatro cosas que me quiere explicar”. Respiré profundamente. Era cierto. Me estaba volviendo un ocho tratando de explicarle todo esto. Continué – las cuatro cosas son:

El amor es más fuerte. La vida es sonreír. Las cosas pasan y la vida queda y, con todo o con nada, sigues siendo tú. Voy a esforzarme por explicarte esto en orden, pero si te digo la verdad, fue muy difícil de entender desde un principio.

Las emociones, la comunicación, la creatividad y el consumo, hacen parte de nosotros. Si renuncias a uno de ellos, renuncias a vivir. Las emociones es lo que sentimos por dentro, la comunicación es la acción de expresarnos y de recibir la expresión de otros. Y si la comunicación es la acción de compartir, la creatividad es la forma que toma esa comunicación. Con cada cosa que expresamos estamos creando y comunicando. Y el consumo es una pesada realidad que sirve para atraparnos. Debemos darle a nuestro cuerpo alimento, agua, aire, protegerlo con vivienda y vestido.

Ahora, con estas cuatro cosas está construida nuestra sociedad, pues requieren recursos que proveen estabilidad y felicidad. Y por eso, esas mismas cuatro cosas se usan para manipularnos y decirnos qué debemos ser. De hecho, se ratifica un refrán que proviene del saber popular: “dime que consumes y te diré quién eres”. 

A través de la comunicación, permanentemente te están diciendo qué cosas debes comprar, cómo debes vestir, qué música debes escuchar, entre muchas otras cosas y generalmente, las personas no se dan cuenta. Este es el fondo.

Esa situación se materializa con las siguientes cuatro cosas. En la medida en que las posees, te puedes sostener en nuestro sistema social. El dinero, el conocimiento, el afecto y la imagen, cada una por separado representa un poder y una capacidad y nos dan un lugar en el esquema social. Son simbióticas y si una falla, todas fallan, pero si mantienes un equilibrio, podrás ser considerado exitoso en nuestra sociedad. Claro, alguna de los cuatro resaltará y nos definirá, no obstante, siempre caminarán juntos. Esta es la forma. Ahora. Cada una de estas cuatro cosas, es una llave para construir una mejor realidad y es aquí donde debemos demostrar nuestra inteligencia. El dinero, el conocimiento, el afecto y nuestra imagen, serán excelentes amigos y aliados si comprendemos cómo funcionan. Nosotros las debemos manejar y acrecentarlas no ellas a nosotros. Es mejor ser un idealista poeta rico que un idealista poeta pobre. Y para que quede claro, la manera de hacerse rico, desde la ética, es comprendiendo cómo funciona el sistema, no entregando nuestras vidas por un salario.

Y todo se materializa, con las siguientes cuatro. La economía, el calendario, el reloj y las fronteras, son ficticios y son como un océano sin tierra firme. No se puede salir de este mar de cosas, sólo podemos aprender a nadar. La economía basa su dinámica en la creación de deuda. El consumo cuesta dinero y el dinero implica la venta de nuestro tiempo de vida y para medirlo existe el calendario y el reloj y con las fronteras se nos ubica en un espacio definido. Esta vida ficticia sería una razón suficiente para huir de ella si no existieran los otros elementos. El consumo genera la acción.

Se puede decir que en realidad somos débiles en lo que debiéramos proteger. Por ejemplo, debemos defender nuestro derecho a pensar, sin embargo el pensar tiene su origen en el conocimiento que ya nos da la sociedad. Eso significa que el pensamiento en sí mismo es una jaula que dependerá de la manera cómo lo construimos. Si simplemente aceptamos el conocimiento que la sociedad nos da, si tragamos entero, será nuestro propio pensamiento el que nos mantenga atrapados. Para defender nuestro derecho a pensar, debemos defender el derecho a aprender. Esa es la principal puerta. Para esa defensa del derecho a pensar y del derecho a aprender, debemos defender el derecho principal y que a mí me parece maravilloso, es el derecho a decidir. Si puedo decidir aprender, puedo decidir qué pensar y, finalmente, el derecho que va a juntar todo, el derecho a sentir. Ese sentir irá marcando nuestra evolución como personas. Si sabemos qué sentimos, si decidimos qué sentimos sobre lo que pensamos y lo que aprendemos, tendremos el control de nuestras vidas. Es por eso que estas cuatro cosas son los principales enemigos de los sistemas y sus diferentes tipos de opresión. Y es por eso que los sistemas educativos, sobre todo de los países del tercer mundo, tratan de suprimirnos el entendimiento de las matemáticas porque ellas nos ayudan a pensar y nos hacen creer que no nos gusta la lectura, porque ella nos ayuda a entender. Y cuando entendemos, la vida cambia. Empezamos a comprender las cuatro cosas que realmente cuentan.

El amor se ha vuelto el mayor producto comercial. Todo nos lo venden, desde productos hasta las ideas, basados en el amor. Pero el amor real no viene en empaques, está a nuestro alrededor y es gratis. Es cuestión de detenernos y mirar quién o quiénes están dando su vida por nosotros. Desde los padres, hermanos, amigos, maestros e incluso, quien menos esperamos, tienen su dosis de amor para nosotros. Para mantener este amor sólo existe una fórmula, un algo que debemos entregar y que también es gratis, devolvemos amor y lo hacemos con agradecimiento y generosidad demostrada con lo que compartimos con los otros. Dar agradecimiento, estar agradecido y ser generoso, es también una manera de amar. El amor es ese fuerte pegante que nos une y que le da un sentido profundo a la vida. El amor es más fuerte.

Cuando confrontamos nuestra realidad con lo que significa la esencia de la vida, lo normal es que todas las cosas a nuestro alrededor empiece a perder sentido. Nos esforzamos tanto en ese mundo ficticio de fondo, de forma y de acción, que entregamos nuestras vidas en cosas banales y finalmente nos damos cuenta de que es un sin razón. El mundo se derrumba y sentimos que nuestros esfuerzos son vanos y vacíos. El sistema nos atrapa con la ficción del consumo y lo que se consume es nuestra vida en el proceso de pagar esa deuda que genera ese consumo. Cuando menos nos damos cuenta, vivimos para pagar cuentas y no más. Se nos acaba un regalo maravilloso que tenemos como seres humanos. Se nos acaba la sonrisa. Y la vida es sonreír. Sonreír nos cambia el ánimo. Sonreír nos da luz y sentido. Al punto que una de mis frases sin sentido que me digo, en mi mente, cuando todo se ve difícil es “de las pocas cosas que tienen sentido cuando las cosas no tienen sentido es sonreír como un estúpido”, y entonces me da risa y quienes están a mi alrededor me ven sonreírme y terminan sonriendo conmigo. Reírse le da un filtro especial a cualquiera que sea la situación y facilita que las podamos asumir por difíciles que parezcan.

Una de las cosas que me parecen más particulares es que cuando compramos algo, no lo pagamos con dinero, lo pagamos con vida. Es decir, entregaste un mes de tu vida a cambio de un salario y con ese dinero es que sales a comprar. Es decir, literalmente compramos las cosas con nuestras vidas. Y lo extraño o extraordinario es que desde el más pobre de los sujetos, hasta quienes se dicen ascetas y anacoretas, alguna cosa mínima poseen. Incluso me atrevería a insistir que en el escenario social en el que vivimos, las cosas poseen a las personas. Es cuestión de mirar el contenido de los cajones en cualquier casa. Las cosas guardadas y acumuladas ocupan espacio y nos atan a ellas. No estoy diciendo que no se deba tener nada, pero si voy a pagar algo con mi vida es porque ese algo lo debo vivir, le debo sacar gusto, debe saber a vida, de lo contrario no tendría sentido. Las cosas pasan y la vida queda. No debe quedar la vida en las cosas.

Lo que nos lleva al último elemento: “Con todo o con nada, sigues siendo tú. El sofisma que nos hace comprar es que la sociedad pretende definirnos mediante lo que consumimos, a esto le llaman moda y es un proceso inductivo de manipulación para darle dinámica a la economía. Lo cierto es que no somos lo que usamos. Nos define lo que decidimos decidir, pensar, aprender y sentir, sumado a la manera como decidimos manejar nuestras emociones, nuestra comunicación, nuestra creatividad y controlamos nuestro consumo. Es decir, lo que hay en nuestras mentes es lo que nos define y no lo que consumimos. Sólo así seremos seres reales, auténticos, genuinos y nuestras vidas tendrán sentido. La joven tenía sus ojos exhaustos. Quizá fui muy ambicioso al tratar de explicarle todo esto y quizá no me hice entender. Me estoy esforzando, sin embargo no me está saliendo muy bien. Espero no haberla dejado más confundida de lo que la encontré.

Wilson Garzón Morales

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