Los demonios sí existen

La mente es una capa blanca de extrema sensibilidad y que permanentemente está expuesta a un mundo hostil de agresividad incoherente que nos afecta, a veces sin darnos cuenta de ello. Cualquiera a nuestro alrededor, incluso, nuestras personas más queridas, pueden convertirse en nuestro demonio.

Me encanta la fotografía, de hecho, me considero muy bueno con la fotografía, aunque falte a la humildad. No obstante, hace años, tomando fotografías en la calle, cuando todavía se podía, una señora me miró y con voz socarrona me dijo que tomar fotos en la calle era una falta de respeto. Yo que me había formado como reportero gráfico, acostumbrado a tomarles fotos a las multitudes, sin saber por qué, fui dejando la cámara a un lado y pasaron años antes de recordar que la fotografía era mi pasión.

En este último tiempo volví a retomar el gusto por la fotografía, aunque ya no tengo el equipo que tenía antes. Estoy muy enamorado de una cámara profesional, pero no me alcanza. Aun así, he estado fotografiando con mi cámara de paseo y con el celular.

Lo más simpático, es que si bien hoy, la regulación dice que usted no puede tomarle fotos a cualquiera, no faltó la señora muy aseñorada que, cuando le estaba tomando una foto a un grafiti en la pared, me dijese: “es falta de respeto tomar fotos en la calle”. De nuevo eso me taladró, sin que pudiera evitarlo y pasaron unos días sin que tomara ninguna fotografía, hasta que en una conversación interesante que tuve con mi esposa, concluimos que todas las personas tenemos ese tipo de “demonios”.

No somos tan fuertes como creemos y las cosas y las palabras de otros sí nos afectan, aunque conscientemente digamos que no e incluso nos esforcemos para que no nos alteren, pero lo hacen y lo peor es que en la mayoría de los casos no nos damos cuenta. Un pequeño comentario de un amigo; eso que nuestra madre o padre nos dijo; esa mirada de desaprobación que nos da un docente; ese ceño fruncido de nuestro jefe; son suficientes para que nuestra mente bloquee, se considere mal y quiera alejarse de aquello que hicimos, pensamos, deseamos y que nos hacía sentirnos bien con nosotros mismos, que podría convertirse en una pasión y nos que podría llenar de felicidad.

Es posible que estemos cometiendo un error. Sí le he estado tomando fotos a la gente con mi celular, fotografío escenas y transeúntes. Es mi manera de encontrarme de nuevo conmigo mismo. Pero si es un error, es mi error. Nunca más dejaré que los demonios me impidan crecer como persona, como profesional y fortalecer mis talentos.

Si bien escuchar opiniones es importante, parte del truco es comprender cuándo una opinión es constructiva y cuándo es destructiva. Por ejemplo, una amiga criticó esta revista por la falta de diseño y por supuesto, eso me afectó. No obstante, ella tiene toda la razón y su crítica tenía un mensaje interno que decía: “tienes que mejorar”. Su opinión era la exigencia normal de cualquier consumidor que pide más, no el comentario de alguien quien en el fondo, aún sin proponérselo, lo que hace es menospreciarnos. Ese es un demonio. Pregúntese: ¿cuáles son mis demonios? ¿Los ha podido ha podido identificar? ¿Con esto que le he dicho lo ha podido pensar? Es importante detenerse un momento y darse cuenta de la cantidad de cosas que ha dejado de hacer y de lo mal que le han hecho sentir, esa mirada y ese comentario, que seguramente no tienen una mala intención y que aun así nos afectaron la vida. Es hora de sacudirnos todos esos demonios.

Wilson Garzón Morales

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