Revista 27

¿Clientes criminales?

Como todos ya saben, mi fortaleza como sujeto de mercadeo es el análisis del comportamiento del consumidor y la adecuación de productos y servicios a la estructura mental de los clientes, a partir del neuromarketing y la neurolingüística. Sin embargo todos los hallazgos en los análisis de mercado meta no son tan agradables, aunque esta sea una de esas verdades que no sorprenden a nadie.

Por principio, estoy enamorado de la idea de que una de las razones para hacer empresa es por todo el bien que le hacemos a la humanidad y de paso generamos una rentabilidad. Sin embargo, no puedo ser ciego ante el hecho de que la humanidad vive en una burbuja de hedonismo narcisista en el cual el placer particular es superior al bien común sin importar las consecuencias.

Una de las reglas de mercadeo que manejo en uno de mis libros habla de que los negocios existen porque los clientes existen. Existe el robo de partes de vehículos, de celulares y el contrabando porque los clientes existen. Existe la pornografía infantil, la trata de blancas y el narcotráfico, porque hay quien pague por ellos.

Incluso realizar algunas actividades se han vuelto tan cotidianas que parecen banales y que mientras no “dañen a nadie no importa”. Ese fue el comentario de un joven que encontré consumiendo “pepas” y apoyado por otro que estaba consumiendo su dosis personal de marihuana. El tema es que sí dañan a mucha gente empezando por ellos mismos.

Entiendo que por la búsqueda de la sensación de placer y por la diversión, hoy los sujetos están dispuestos a transgredir cualquier norma, social o legal, y que mientras no sean descubiertos no tiene ninguna trascendencia para ellos. No estoy en contra de la diversión. Estoy en contra de que el sentido de diversión se sustente en todo tipo de delitos, como la explotación de niños en fábricas en la India, en la China y en muchos países de América Latina; y en especial, estoy en contra de la inconsciencia. Cuánto daño nos está haciendo este tipo de placer mal concebido, desde el impacto ambiental hasta la muerte que hay en las rutas de comercio.

Además, las drogas no son lo único. Piense por ejemplo en el cultivo de la palma africana del cual proviene el aceite de cocina común. Un producto legal que está causando asesinatos, terrorismo, desplazamiento de comunidades enteras y deforestación descontrolada, y lo cierto es que a la mayoría de los consumidores no les importa.

Digo la mayoría porque por supuesto no son todos. Existen movimientos ambientalistas que han vetado productos de las multinacionales por sus orígenes oscuros. Ya me he referido acerca de los empresarios criminales. Todavía así, nada se hace frente al consumo ilegal. De hecho, hemos estado hablando de la marihuana medicinal, lo que de por sí es bueno, si se estuviese controlando también su producción y la cadena de abastecimiento. En nuestro país se habla de la dosis mínima de drogas psicoactivas como algo permitido, y sucede lo mismo: ¿de dónde creen que provienen?

Desde mi perspectiva personal, excluyendo las razones medicinales, todo aquel que se droga, como aquel que compra contrabando o pornografía y todo tipo de productos o servicios de origen nebuloso, así sea una simple chocolatina o un gran descuento, es un cómplice criminal.

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