Revista 56

Algo no funciona con la educación… Es hora de proponer:

Latinoamérica no ha vivido nunca algún periodo de libertad. Nos liberamos de los conquistadores para estar a la merced de las entidades financieras del mundo. Para estas entidades, la prioridad ha sido el control del gasto fiscal mediante la imposición de medidas provenientes del neoliberalismo y que los congresistas aprueban en forma de leyes. La legislación tributaria está diseñada subrepticiamente para impedirle a los gobiernos el gasto social. Salud y educación son los principales sectores afectados. El sistema de salud es un negocio en el que nadie gana, bueno, sólo, quizá, algunos inversionistas nacionales y extranjeros y siempre ganan las multinacionales farmacéuticas.

Nuestros niños se pasan media vida en una institución educativa para al final del proceso literalmente no saber nada. La educación básica no es útil ni práctica y se reduce a que no les guste la lectura y odien la matemática. Estos niños son los futuros mediocres obreros. La combinación entre la legislación educativa y la legislación laboral ha logrado que en nuestros países los trabajadores permanezcan más tiempo en las empresas y todavía así estén en los últimos lugares de productividad.

Hace algún tiempo una institución educativa pregonaba que formaba al “empleado que la empresa necesita”, pero empecé a preguntarme cuál era ese empleado y a preguntarle a algunos empresarios tradicionales lo que pensaban. El resumen de su respuesta fue que los necesitan cada vez más jóvenes, más baratos y menos rebeldes (entes no pensantes). En ese sentido el sistema educativo ha sido totalmente exitoso. La legislación educativa es más política y burocrática que útil y eso no ayuda a la construcción de futuro de un país.

En este punto, es hora de realizar algunas movidas atrevidas. Si el sistema educativo es mediocre nunca vamos a tener el personal idóneo que necesitamos. La solución de las empresas ha sido subsanar esa mediocridad teniendo sus propios programas educativos orientados al trabajo. Entre otras tantas propuestas que se pueden hacer está esta. Existe cualquier cantidad de universidades corporativas. ¿Qué tal si abrimos esas unidades de formación a la población, de manera virtual y gratuita? Obviamente esta no será la solución, pero será un inicio. De hecho, podríamos construir una sola plataforma para aglutinarlas. No se trata de reemplazar a las universidades. Se trata, desde nuestras posibilidades, de crear una transición real (no como el programa de media técnica) que contribuya a disminuir la falta de competencias que traen los jóvenes y que el sistema educativo debía haberles dado y no les dio. Hay quien pueda argüir que estaríamos haciéndonos cargo de una tarea del gobierno. Sí, y ¿qué? creando conflicto no vamos a solucionar este problema. Podemos hacerlo. Yo pondré mi parte. Ya he pensado en una metodología para lograrlo y estoy en los pasos preliminares para ejecutarla.

Si los empresarios invertimos en la inteligencia y no en la fuerza de la población, sin distingo de edad, sexo ni siquiera de territorio, habremos dado un paso gigantesco para construir, en muy poco tiempo, el camino de la competitividad.

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