La vieja desconfianza y la desvergüenza
Nos mal acostumbró el anterior director del DANE a tener confianza en sus cifras. La usanza de esta entidad, que debiera ser la de mayor credibilidad en el país, es que sus estadísticas acompañen la gestión del gobierno. Aunque sabemos que en términos de “formulas” y economía, la cosa funciona diferente, pues lo que para nosotros es una realidad visceral para ellos es sólo un índice, solíamos tener preguntas desde el sentido común del ciudadano: ¿Dónde merca el DANE?, ¿A quiénes realmente encuestan? ¿A dónde están mirando?
En pocas palabras, las cifras que esta institución arroja no se parecen en nada a lo que el ciudadano ve en su entorno. Sucede, por ejemplo, con las cifras de desempleo o de inflación. Para el compatriota que no tiene que poner nada en su mesa y que lleva tiempo buscando empleo, cuando le dicen que estas cifras se han reducido, siente en el fondo del corazón que le están mintiendo flagrantemente. Una mala práctica del DANE es equiparar la población que está en la informalidad dentro de las cifras de empleo, como si quien se dedica el rebusque lo hiciera por vocación propia y de cierto lo hace porque no tiene más opción. Por favor señores del DANE, paren de mentir y de encubrir. Una persona que no tiene un empleo formal, ni está afiliado a la seguridad social y aunque venda aguacates en una esquina, debe hacer parte de la lista de desempleo. Sólo de esta manera se hará visible que ese 56 por ciento de trabajo informal de la población económicamente activa en realidad es parte de las cifras de desempleo y que el empleo establecido y digno en el país es en realidad muy poco. Trabajo informal no es igual a empleo.
Por otro lado, se nos pasa por alto que digan que sólo el 13 por ciento de la población está en pobreza extrema y el 39 por ciento en pobreza. No le explican al país eso qué significa. Y dicen que la inflación está bajando aunque el precio de la comida está subiendo.
Los juegos de palabras de los economistas y estadísticos sólo sirven para incrementar la desconfianza que los ciudadanos tenemos sobre las instituciones del Estado. Esto se había logrado superar un poco con el DANE en los últimos años, pero volvimos a esa vieja desconfianza que nos dice que nuestro país se distingue porque somos afines, como nación, a la mentira. Es sólo ver los discursos de los políticos en campaña, no obstante, de ellos puede esperarse. Pero la demagogia de las instituciones es galopante. Para la muestra un botón: el informe que el país presentó sobre el avance en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sinceramente, es vergonzoso. Les agradeceríamos la existencia de una demostración y continuidad de una ética de gobierno. Si hay cosas difíciles, tenemos que contarlas. Todos estamos en este mismo barco llamado país. Pero nos ocultan la verdad y los puentes terminan cayéndose.
Y lo peor, es que el ciudadano de la calle, ya no sabe qué hacer. Su economía, su capacidad de mercar, está en incertidumbre. El punto flaco, talón de Aquiles de nuestro país es que ya no creemos y sin credibilidad es difícil construir un proyecto de nación humana, creativa y sostenible. Es hora de que la verdad, honesta y cruda, tome el liderazgo y nos lleve a un verdadero proceso de transformación… y sí, el DANE debe ser sinónimo de la verdad.
Wilson Garzón Morales