Educación 3.0

Utilizar la numeración 3 punto cero, es solamente la excusa para poner mis anotaciones en un lenguaje moderno, en otra época habría utilizado la expresión “Educación al Cubo” o “Educación a la tercera potencia” y aunque ustedes ya saben que ninguna es lo mismo, es una metáfora que nos permite los actuales tiempos.

En ocasiones los seres humanos tendemos a tener una visión negativa y un poco apocalíptica de lo que es el presente y el futuro de la humanidad; esto es casi una regla universal aunque es necesario reconocer que existen personas que trabajan teniendo fe en el futuro.

El problema es que en ocasiones, como docente, frente a la avalancha de información desastrosa que nos llega por los medios, todos los medios, es difícil conservar una posición de esperanza sobre todo cuando todos los días debemos verles las cara a nuestros estudiantes y saber que sus condiciones de pasado, presente y futuro son abrumadoras.

Dos reflexiones me hago diariamente: ¿Qué les depara el presente y el futuro de estos muchachos? ¿Cómo puedo contribuir para que ese presente y ese futuro les brinden oportunidades?

Durante años ha sido evidente que el sistema de educación restrictivo a programas y a metodologías pedagógicas tradicionales hace que los docentes impartamos un conocimiento lejano a la realidad. Sí impartimos porque así nos lo enseñaron y así lo seguiremos haciendo pues es la manera como el modelo está concebido aunque cambiemos de soportes.

Es decir, con la excusa de las nuevas tecnologías estamos “trasplantando” lo que hacíamos con la tiza y la pizarra, el marcador y el tablero, a la pantalla del computador y del móvil, pero el modelo sigue siendo el mismo: alguien habla y alguien escucha y esa escucha en la mayoría de las ocasiones ni siquiera es activa y rara vez conduce a un verdadero aprendizaje.

No es lo mismo darle información a un estudiante a que éste realmente aprenda algo.

Con todo esto, como docente, otra pregunta es: ¿Cómo desde un escenario normativo y metodológico tradicional, realizar un proceso educativo verdaderamente transformador y que consiga que los estudiantes logren desarrollar todo su potencial?

Frente a esto las restricciones son verdaderamente serias. La primera es la cultura de la cual provienen los estudiantes.

El facilismo y el conformismo, dos conceptos que no debieran pertenecer al mundo de la juventud, son la consecuencia de una sociedad irresoluta y depredadora de las esperanzas de los muchachos que no encuentran una verdadera razón para esforzarse si su futuro de todas maneras es lleno de limitaciones.

Eso es lo que nos encontramos en el aula de clase: un joven que sólo quiere tener un cartón que le permita “mendigar” un puesto de trabajo y que sabe que con el menor esfuerzo lo va a conseguir, pues “él es el cliente y no podemos permitir que se nos vaya”; “cuando paga su matrícula está pagando nuestros salarios” y cuando “les toca” un profesor exigente” simplemente se quejan hasta que lo saquen: “es que no me gusta su metodología”, como si un estudiante tuviese idea de lo que significa una estrategia pedagógica.

Bueno todo esto lo supongo, no es que de verdad me conste, pero es lo que escucho de mis compañeros docentes”.

La segunda restricción es la norma. Las normas son buenas y permiten estandarizar un nivel educativo, permiten la medición y el control y encasillar determinada formación para el logro de determinada competencia.

Es decir, las normas son necesarias.

Todavía así, la norma limita, evita la integralidad y asigna un escalafón social que le genera una nomenclatura de vida al estudiante en sus posibilidades de futuro.

La norma tiene su razón de ser y es la preparación de mano de obra y es la norma la que permite tener el cartón para que te puedan contratar.

Sin embargo el cartón no garantiza el nivel de aprendizaje y por eso en una misma aula se encuentra a la persona brillante y a la que no lo es, homogenizadas por lo bajo.

Como docentes tenemos margen de maniobra con aquellos que requieren mejoramiento, pero no podemos hacer prácticamente nada con aquellos que son sobresalientes, el sistema los ignora.

La tercera restricción es el docente mismo. Nos llenamos la boca diciendo que lo que hacemos es construir con el estudiante el conocimiento, conocimiento que a nosotros nos fue entregado de la manera tradicional y que en muchas ocasiones no verificamos en la vida práctica, es decir, los docentes estamos viviendo en un mundo académico que poco tiene que ver con la cotidianidad, cuando no existe ningún nivel de conocimiento que no pueda ser constatado con la realidad.

Diciendo esto no quiero entrar en discusión con la física avanzada, de verdad creo que los físicos, aunque sean físicos teóricos, estarán de acuerdo conmigo.

Frente a todo esto, qué es entonces lo que debemos hacer, la primera respuesta puede ser difícil de asumir por lo paradójica y es “no enseñar”.

Debemos alejar el aprendizaje del aula de clase y de la pantalla del computador o del móvil y debemos utilizar los momentos de contacto con los estudiantes para asesorar, validar, reorientar.

Es decir, evitemos impartir información, ésta ya está en internet o en los libros, hagamos que el estudiante en su cotidianidad se atreva a investigar, crear, exponer, probar y comprobar y lo que el docente debe hacer es ejecutar un marco de aprendizaje al que nuestra institución llama “planeador”.

Dentro de mi reflexión he denominado a esta estrategia pedagógica “Educación Experiencial Experimental” en la cual el estudiante debe concentrarse de manera extracurricular en la materialización de una idea que resuelva algo para la gente, la gente la desee, la gente la pueda pagar y, sobre todo, que el estudiante pueda vivir de ella, requerimientos estos que deben ser totalmente rigurosos.

El nivel de exigencia de este método hace que el estudiante aprenda sin necesidad que el docente esté presente y que los encuentros, o sea, las horas de clase sean más aprovechadas. También exige que los docentes nos actualicemos y nos pongamos al día con el conocimiento, pues muy fácilmente un estudiante puede llegar con preguntas de muy alto nivel y debemos estar a la altura.

Le puedo decir que he aplicado este método en clase de desarrollo de productos y servicios con base en tecnología, en clase de gestión de servicio al cliente, gestión de ventas, promoción y publicidad y mi favorita, comportamiento del consumidor.

Inicio con el planteamiento de las reglas de juego. Primero los criterios ya expuestos: la materialización de una idea que resuelva algo para la gente, la gente la desee, la gente la pueda pagar y, sobre todo, que el estudiante pueda vivir de ella, segundo, exponiendo los objetivos de aprendizaje de competencias, tercero dejando muy en claro que el estudiante deberá conseguir la información por sí mismo en internet y en la biblioteca, que deberá unirse a comunidades de estudio en el mundo, conectarse con empresas, entidades y organizaciones a quienes les interese el tipo de desarrollo y explorar lo que en la ciudad haya sobre el tema, y todo esto lo hacemos en el primer semestre.

Otra de las reglas del juego es que el estudiante para finalizar debe presentar el prototipo, ya sea de un producto tangible, de una estrategia comercial o del diseño de un servicio. Lo que el docente debe hacer es ir revisando el desarrollo y el cumplimiento de los criterios, orientando, supervisando, sugiriendo, y verificando que la idea sí impacte la realidad. Ya sé que esto será complejo para docentes que se han especializado en repetir libros que leyeron y que seguramente lo más fácil es pararse frente a un grupo a “vomitar” información. Sin el ánimo de ser polémico, pero para mí eso no es enseñar, ni siquiera permitir un aprendizaje. El estudiante debe aprender haciendo, insisto: “Educación Experiencial Experimental”.

Wilson Garzón Morales

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