Revista 40

Podemos ser diferentes

Esta semana me sorprendió escuchar de alguien muy preciado para mí una expresión muy popularizada e incluso avalada por algún estudio de Gallup y que expuso en su libro “descubra sus fortalezas en ventas”: “la gente no cambia”. De verdad lo recibí como si fuese una afrenta pues estoy convencido de la capacidad de las personas para cambiar.

Qué sentido tendría en el mundo la educación, la reeducación y la programación neurolingüística, si no creyésemos que sea posible cambiar. Nadie está obligado a ser quien hoy es, se puede diseñar ese quien queremos ser y convertirnos en él.

Un ejemplo que en educación utilizamos para el entrenamiento de formadores es el “Efecto Pigmalión” y la “Profecía Autocumplida”, herramientas con más de medio siglo que aún continúan siendo parte importante del ejercicio docente.

Si no creyésemos en que la gente puede cambiar, deberíamos matar a todos los criminales que van a la cárcel, para qué dejarlos vivir si nunca van a cambiar. Bueno, esta fue una expresión dura, pero sí, no tendrían sentido que existiesen los centros de rehabilitación.

Para qué servirían los formadores en liderazgo y, especialmente, para qué servirían los Coaches, los psicopedagogos, y los mismos docentes, si la gente no pudiese cambiar. Estaríamos cometiendo el mismo error que cometen los seleccionadores de personal que pronostican el futuro laboral de una persona fundamentándose en las experiencias pasadas. Todos sabemos que esto ya no sirve, menos ellos.

La gente cambia, no siempre para bien y no siempre para mal, pero cambia. El mismo devenir de la vida, la experiencia, los errores y los aciertos nos hacen cambiar y mejor si es con una guía profesional. Invito a mis amigos dedicados a la formación, al coaching, a la mentoría y mis colegas de consejería, a que expresemos, siempre que podamos, nuestra absoluta convicción de que las personas pueden cambiar y transformarse, dejar de ser la oruga, salir del capullo y convertirse en otro insecto de colores.

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