Revista 75

Todo va bien… no pasa nada…

Es muy claro que en nuestro país no existe la cantidad de empresas necesarias para asumir la población en capacidad de trabajar. Esto como resultado, obviamente de la rampante corrupción, pero además de la carga impositiva y la tramitología, y por supuesto, de la tendencia de los gobiernos al autoengaño y a mentirle a la población con mensajes de “estamos trabajando” o “todo va bien”. NI lo uno ni lo otro.

Si se dijese la verdad, sabríamos que el desempleo es del 68 por ciento – deducido de analizar el número de personas que “realmente” están vinculados al sistema de seguridad social, de estos el 90 por ciento gana el salario mínimo o un poquísimo más del mínimo – y sabríamos que el crecimiento económico no es un referente de la realidad, pues se analiza con la producción petrolera y de la producción de empresas multinacionales que explotan nuestras materias primas y ninguna de las dos cosas hablan de la calidad de vida de la ciudadanía. Para estos economistas, en especial los de la OCDE y del Ministerio de Hacienda, la población es un número y la pobreza es un “índice”; no tienen idea del miedo, la tristeza, el hambre y la desesperación que se han convertido en la cotidianidad de más del 64 por ciento de los habitantes – Es lo que se percibe de las cifras del DANE.

Es el resultado de una tendencia del ser humano de querer “quedar bien” y de ser políticamente correctos y por eso muchos, en especial, muchos empresarios, nos hacemos de la “vista gorda” frente al número de los líderes sociales asesinados o desaparecidos. Nos decimos a nosotros mismos: “no pasa nada”, “sigamos con lo nuestro”, como si esto no afectara de fondo al mundo empresarial. No habrá verdadero desarrollo económico si no hay verdadero desarrollo social.

Es interesante ver los “resultados del crecimiento de ganancia de las empresas y del sector financiero” al lado de las cifras de la población que quizá puede comer una vez al día – otra vez, cifras del DANE. Y no, no se trata de quitarle a quien tiene para darle a quien no tiene, en especial, porque eso hace que los recursos se pierdan en la oscuridad gubernamental. Se trata de que nosotros mismos, realicemos intervenciones reales en la calidad de vida de la población.

Y hacemos énfasis en “intervenciones reales” porque si bien hay esfuerzos que muchas empresas están haciendo – a veces sólo por publicidad – con sus programas de responsabilidad social o mediante fundaciones, son esfuerzos aislados e insuficientes frente a inoperatividad, atraso, inocuidad, incompetencia y corrupción históricas y tradicionales de nuestro sistema ejecutivo y legislativo, tanto en lo regional como en lo nacional. Piense por ejemplo en el Ministerio de Educación y la calidad de las escuelas en las regiones. Aunque este modelo de gobierno está cambiando con las nuevas generaciones y la tecnología, esto todavía tomará un tiempo.

Quizá durante todos estos años, desde que declaramos nuestra independencia en 1810, los empresarios hayamos sido cómplices y permitimos este nivel de degradación social que tiene el país, no obstante, estamos en el momento de repensarnos y de pensar no en el beneficio para uno como empresas y empresarios, sino en el beneficio para el “nosotros”, como nación.

Wilson Garzón Morales

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